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lunes, 6 de mayo de 2013

¿POR QUÉ NOS RUBORIZAMOS?



Hay muchas y muy variadas causas para que alguien se ponga colorado: calor y esfuerzo, ira y vergüenza. ¿Pero qué es lo que sucede realmente en el organismo? Quien sale de la sauna suele estar colorado como un pavo, y con motivo.

Con temperaturas de 85-95°C, la temperatura del interior del cuerpo aumenta aproximadamente en un grado y la de la piel era 10 grados. Para evitar un exceso de calor en el cuerno se dilatan los vasos sanguíneos para que la sangre pueda fluir con más velocidad y disipar el exceso de calor. En consecuencia, los vasos subcutáneos, rebosantes de sangre, se traslucen tras la piel y la persona se ruboriza, especialmente en la cabeza y el cuello, donde hay muchos capilares sanguíneos a flor de piel. Ya tenemos el primer mecanismo desencadenante del rubor: el calor exterior.
El mismo efecto produce el calor interior. La fiebre, por ejemplo, hace subir la temperatura corporal. También en este caso el cuerpo intenta disipar el calor excesivo hacia el exterior aumentando el riego sanguíneo en los vasos subcutáneos. 

Como en el caso de la sauna, el resultado es un sonrojamiento general.

MARATONIANO COLORADO El calor exterior y la fiebre no son las únicas causas del rubor. También el esfuerzo físico puede ruborizar la cara, como se aprecia por ejemplo en el caso de los maratonianos. Cuando se exige al cuerpo más rendimiento, aumentan el ritmo cardiaco y la presión sanguínea, y la actividad muscular genera más calor. Esta elevada producción de calor obliga a los vasos sanguíneos a dilatarse, y el acelerado ritmo cardiaco y la elevada presión hacen circular la sangre con más velocidad. Consecuencia: el deportista se pone colorado.

Los responsables de la coloración de la cara son, por tanto, los vasos sanguíneos
dilatados; cuando, en cambio, los vasos se constriñen la piel palidece. El estrecha miento y la dilatación de los vasos sanguíneos se controlan sobre todo a través de las hormonas y los nervios.
EL CONTROL DE LOS VASOS En las hormonas se distingue entre vasodilatadores como la histamina y la bradiquinina, y vasoconstrictores como la adrenalina y la noradremauna, o la vasopreSifla y la angiotensifla.

Además, las paredes de las arterias llevan integradas unas fibras musculares que a impulsos de la médula espinal pueden modificar el diámetro de los vasos sanguíneos, según se contraigan más o menos. Los vasos sanguíneos también pueden autocontrolar su diámetro: en algunos de ellos existen unos receptores que miden la presión en el vaso y la comunican al cerebro; éste ordena una dilatación o constricción para adaptar la presión a las circunstancias requeridas. Aparte de estos mecanismos de control orgánico, el diámetro de los vasos sanguíneos se puede ver alterado también por sustancias ingeridas o consumidas, como son el alcohol, la cafeína o la nicotina, cuya intervención suele perturbar a menudo el sensible sistema de regulación biológico del cuerpo.

RUBOR POR RABIA O VERGÜENZA No sólo el calor y el esfuerzo, sino también emociones tan dispares como la ira y la vergüenza, pueden hacer que nos sonrojemos. En este caso son órdenes neuronales las que a través de los nervios vegetativos alcanzan los vasos subcutáneos y provocan su dilatación. Al mismo tiempo, la presión sanguínea aumenta por el mayor ritmo cardiaco.
A diferencia de lo que ocurre en situaciones de estrés, en las cuales el cuerpo se prepara para una posible huida, la vergüenza y la ira no representan situaciones de emergencia sino emociones que provocan un aumento de la presión sanguínea, que se manifiesta a su vez en un mayor riego sanguíneo en los vasos subcutáneos A pesar de las diferencias entre ambas emociones, el efecto es el mismo: 
el rostro y el cuello se ruborizan visiblemente.




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